Aunque he caminado entre tinieblas la vida siempre me ha tendido caminos de amor, demostrándome así su generosidad.
Esos caminos me sacaron del oscuro rincón donde me fui a esconder, allí encontré a Dios, él consoló mi tristeza y me ayudó a volver a caminar.
Entonces ¿Dónde estabas tú?, desplegando tus alas y llenando de luz los caminos de Dios, aprendiendo a volar cuando la vida, que a mí me tendió caminos, estaba tratando de ahogar los tuyos, ¡Y encendiste tu luz!.
Así llegaste, como la aurora asoma el día, lentamente, poco a poco llenando de luz y esperanza mis días de lucha, enseñándome a tocar tus alas y a llenarme de tu luz.
Y comencé a creer, porque me mostraste cómo creer en lo que no creía, y comencé a valorar lo que había dejado en el olvido, y me enseñaste que llorar también se puede con alegría en el alma, y tú luz lleno mis días de esperanza.
Y qué bonita eres cuando sonríes a la vida, y qué bonita se ven tus ojos cuando siembras la esperanza, y qué bonita manera la tuya de enseñarme a tener fe y que mi vida vuelva a tener calma.
Me contagias con tu entusiasmo, con tus ganas de volar y que el mundo solo sea un lugar para vivir pero que nuestros sueños vuelen mucho más allá, y terminas llevándome ante Dios, entonces comprendo que fue Él quien me ha traído a ti, entonces entiendo que la generosa vida, ha vuelto a tenderme su camino de amor...
Y allí estás tú, muchachita de manos suaves, la de sutil encanto, Jennyta de Amor, Jennyta de Dios, Jennyta de Luz, la que me mostró Dios para que supiera que sus ángeles también habitan en la tierra... 
